Un profesor condenado por abusos sexuales a 6 niñas lleva año y medio en libertad en el pueblo de las menores
Un profesor de un colegio público de Cofrentes (Valencia), condenado a 30 años de cárcel por abusos sexuales a seis niñas, ha permanecido en libertad durante un año y medio, en la misma población de apenas mil habitantes en la que residen las pequeñas.
Las familias de las seis menores –que tenían entre 10 y 13 años cuando ocurrieron los hechos– han relatado a OKDIARIO el calvario que han vivido durante este tiempo: «Nos lo encontramos todos los días por la calle. La juez ni siquiera le puso una orden de alejamiento, se limitó a retirarle el pasaporte para evitar que huya del país. Pero lo que nos preocupa es que nuestras hijas puedan encontrarse en la calle con la persona que abusó de ellas».
En una sentencia dictada el 6 de noviembre de 2017, la Audiencia Provincial de Valencia consideró probados los hechos y condenó al profesor, H.B.G, a 30 años de cárcel como autor de seis delitos continuados de abusos sexuales a otras tantas alumnas del centro en el que daba clases. Debe indemnizar con 600 euros a cada una de ellas. También fue condenado a una pena de inhabilitación especial para desempeñar cualquier profesión que implique el contacto con menores, durante un período de 27 años.
Según la sentencia, los abusos ocurrieron en la misma aula en la que las niñas asistían a clase: «Aprovechando que los alumnos debían aproximarse a la mesa del profesor para solventar sus dudas sobre la asignatura, el acusado realizó diversos tocamientos a las niñas, consistentes en introducirles las manos por debajo de la ropa hasta tocarles los glúteos, la vagina o el pecho; hechos que repetía de forma habitual cada vez que se acercaban a la mesa del acusado», explica la resolución judicial.
La sentencia señala que el acusado «se prevaleció de su condición de profesor de las víctimas (…) Máxima cuando en algunas ocasiones, según consta en la prueba testifical, advertía a las menores de la repercusión o el reflejo que podía tener su aceptación o rechazo a los tocamientos en la calificación escolar o incluso en posibles limitaciones del disfrute del recreo».
Linchamiento en las redes sociales
Sin embargo, el abusador no entró en prisión: la sentencia quedó automáticamente suspendida, porque su abogado anunció la intención de recurrir al Tribunal Supremo. Desde entonces, ha permanecido en libertad, en el que mismo pueblo en el que viven las pequeñas, hasta que el Alto Tribunal ha confirmado ahora íntegramente la condena, por lo que se espera que su ingreso en prisión sea inminente. El juez Pablo Llarena (instructor de la causa sobre el golpe del 1-O) es uno de los cinco magistrados de la Sala que ha ratificado la sentencia.
Durante todo este tiempo, las seis pequeñas y sus familias han sufrido el vacío social de sus vecinos y un auténtico linchamiento en las redes sociales: «Desde llamarlas lesbianas, a decirles que, para una condena de 30 años de cárcel, al menos ya las podían haber violado», relata uno de los padres, «ahora que todo ha acabado, vamos a tomar medidas legales contras las personas que han dirigido este acoso en las redes».
No sólo esto: al día siguiente de conocer la primera sentencia, la hija del condenado y la ex directora del colegio acudieron a una comisaría de Policía Nacional en Valencia y al puesto de la Guardia Civil en Requena para denunciar a las seis menores por falso testimonio. Se trataba de una maniobra evidente para lograr que el Tribunal Supremo anulara la sentencia, pero la Fiscalía de Menores se opuso a que salieran adelante estas denuncias.
Para comprender la influencia que el profesor condenado ejerce sobre el pueblo, basta un dato: su hijo se presenta como candidato a la Alcaldía en las elecciones municipales del próximo mes de mayo. El docente ya se ha prejubilado, pero ahora frecuenta a diario el quiosco de prensa y chucherías que regenta su mujer: el lugar menos indicado para un condenado por abusos sexuales a menores.
Seis menores se echaron atrás
Los hechos se descubrieron de una forma casual, cuando otra profesora del centro escuchó a un alumno un comentario sobre los tocamientos que el docente practicaba a las niñas y lo puso en conocimiento de la directora. En las entrevistas realizadas con la orientadora del colegio, hasta doce pequeñas relataron que habían sufrido tocamientos.
Sin embargo, durante las semanas siguientes, en medio de fuertes presiones a sus familias, seis de ellas se retractaron. Uno de los padres denuncia que no se han cumplido los protocolos previstos para estos casos: «El profesor no fue apartado de forma inmediata de las clases. Tras conocer las acusaciones, la Inspección citó a la directora del centro en la Conselleria de Educación, en Valencia, y le pidió que no comunicara nada al investigado. Pero la directora acudió a la sede de la Conselleria con el profesor», porque aparentemente estaba convencida de su inocencia.
«De acuerdo con los protocolos europeos», añade el mismo padre, «las niñas deberían haber sido interrogadas una sola vez por un psicólogo forense, en presencia del juez, en una sesión grabada. En lugar de ello, tuvieron que acudir tres veces a declarar al Juzgado». Una experiencia especialmente traumática para las pequeñas: «Durante el juicio», añade, conseguimos que se les permitiera declarar tras un biombo, para preservar su identidad, tras permanecer aisladas de sus padres» para evitar que condicionaran su testimonio.
De hecho, es un auténtico milagro que el profesor haya sido condenado, ya que la denuncia se perdió dos veces al llegar a la Ciudad de la Justicia de Valencia. Tras la primera condena, la sentencia quedó en suspenso pues el profesor recurrió al Tribunal Supremo.
Uno de los padres logró que se celebrara una vista para pedir su inmediato ingreso en prisión. Al concluir la sesión, el hijo del condenado intentó agredir al abogado de este padre. La juez finalmente decidió mantener en suspenso la condena, y sólo accedió a retirar el pasaporte al condenado, que ha convivido durante este tiempo en el mismo pueblo que sus víctimas. Los padres de las pequeñas comienzan a respirar ahora aliviados, tras saber que su ingreso en la cárcel es inminente, tras un año y medio de espera.